13.12.10

viajes de ida y vuelta

Se levanta como si nada hubiese pasado, se pone el abrigo y se enrosca la bufanda al cuello.
En el super elige como siempre la misma marca de leche, una barra de pan y un frasco de mermelada. Vuelve a casa despacio. Se saca el abrigo, se sienta en la misma silla, esconde las manos en los pliegues de la bufanda. Le parece increíble que nadie pueda darse cuenta con solo mirarla. El dolor a veces es discreto.

1 comentario:

Helenaconh dijo...

que bueno es este texto, como una pedrada.